MI OPINÓN DE LA SEMANA

🌞 COSTA RICA: UNA LECCIÓN SOLAR PARA SUDAMÉRICA
Cada vez que miro el mapa de Sudamérica y Centroamérica en busca de ejemplos que valgan la pena compartir con el mundo, hay un pequeño país que siempre destaca con luz propia. Costa Rica. Y no solo por su exuberante naturaleza, sus volcanes o su café. Hoy quiero hablar del sol… y de cómo lo están aprovechando con visión y compromiso.
Costa Rica ha dado pasos gigantescos en el uso de energía limpia, y si bien gran parte de su electricidad aún proviene de fuentes hidroeléctricas, la energía solar fotovoltaica ya forma parte clave de su estrategia nacional contra el cambio climático. Sí, ese enemigo silencioso que avanza cada día y que solo se combate con acción real, no con discursos.
¿Sabías que Costa Rica ya genera más del 98 % de su electricidad con fuentes renovables? Y aunque la solar todavía representa una pequeña fracción de esa matriz, su expansión es rápida y decidida. En Guanacaste, por ejemplo, se están construyendo parques solares que sumarán más de 176 MW en los próximos años. Uno de ellos será el más grande del país: el Proyecto Colorado, con 66 MW de capacidad. ¡Impresionante para un país tan pequeño!
Otros proyectos como Juanilama, Poco sol o Valle Escondido son ejemplos de cómo el Estado, las cooperativas y el sector privado pueden unirse para hacer realidad un futuro más limpio. Y no estamos hablando solo de tecnología: estos parques solares evitan miles de toneladas de CO₂ cada año. Eso significa menos contaminación, mejor aire y más esperanza para las generaciones que vienen.
Me gustó descubrir que no todo depende del gobierno central. En Costa Rica también se impulsan cooperativas rurales, iniciativas comunitarias y leyes que permiten a las familias y empresas generar su propia electricidad con paneles solares. Eso es lo que hace falta en toda América Latina: reglas claras, incentivos reales, y voluntad para dejar de depender del petróleo.
¿Y cuál es el resultado? Un país que no solo reduce su huella de carbono, sino que también aumenta su resiliencia energética, sobre todo en temporadas secas, cuando los ríos bajan y las hidroeléctricas no producen lo suficiente. Allí es donde entra la energía solar como complemento clave.
Costa Rica no se detiene. Con su Plan Nacional de Descarbonización, ha puesto metas ambiciosas: ser carbono neutral para 2050, electrificar su transporte, y fortalecer todas las fuentes limpias, incluyendo el sol.
Y yo me pregunto:
¿Qué esperamos los demás países de Sudamérica para hacer lo mismo?
¿Vamos a seguir dependiendo de combustibles fósiles mientras el planeta arde?
¿O vamos a aprender de los que ya están mostrando el camino?
Costa Rica es una prueba viviente de que se puede vivir bien, cuidar el ambiente y ser ejemplo mundial… todo al mismo tiempo.
Eso es mi opinión de esta semana.
Y tú, ¿qué opinas? ¿Dejamos que el sol siga brillando solo en Costa Rica… o hacemos que ilumine también el futuro de toda Sudamérica?
Ing. Mg. Eliseo Sebastian Tames
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Dos días después del cierre oficial del encuentro, la edición 29 de la Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático (COP29) concluyó con un acuerdo para el financiamiento climático desde los países desarrollados hacia los países en desarrollo. El domingo 24 de noviembre, a la madrugada de Bakú, capital de Azerbaiyán, la Presidencia de la COP29 anunció que se estableció un objetivo de 300 mil millones de dólares anuales hasta el 2035.
Aunque el monto triplica la cifra acordada en 2009 y alcanzada por primera vez en 2022, está bastante lejos de lo que los países en desarrollo exigían para mitigar y adaptarse al cambio climático y adoptar energías limpias: 1.3 billones de dólares anuales.
“La propuesta de financiamiento no resuelve ni la crisis climática ni las necesidades de los países vulnerables”, dice Daniel Ortega, ex ministro de Ambiente de Ecuador. Reportes de expertos independientes y del Comité Permanente de Finanzas de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) están de acuerdo en que el financiamiento debe exceder un billón de dólares.
“Muchos decían que lo mejor era no tener nada, pero yo difiero”, afirma Sandra Guzmán, fundadora del Grupo de Financiamiento Climático para Latinoamérica y el Caribe (GFLAC), quien participó en las negociaciones como asesora de la delegación de Panamá y de la Asociación Independiente de América Latina y el Caribe (AILAC). La experta cree que, por un lado, traspasar esta decisión a la COP30 de Brasil “habría sido muy lamentable desde el punto de vista político”.