MI OPINÓN DE LA SEMANA

PARAGUAY Y LA ENERGÍA SOLAR. UNA OPORTUNIDAD QUE EMPIEZA A BRILLAR
En un continente donde el sol abunda y la necesidad de energías limpias es urgente, Paraguay está comenzando a mirar con más decisión hacia el cielo. Aunque tradicionalmente ha sido un país con una matriz energética dominada por la hidroeléctrica —especialmente gracias a la emblemática represa de Itaipú—, la energía solar fotovoltaica empieza a ganar terreno como complemento estratégico y símbolo de soberanía energética.
Paraguay cuenta con un recurso solar excepcional. Sus más de 300 días soleados al año hacen del país un terreno fértil para la expansión solar. Y aunque hasta hace poco esta tecnología era incipiente, en los últimos años se han encendido señales alentadoras: pequeños sistemas solares rurales, instalaciones fotovoltaicas para comunidades aisladas, y un número creciente de proyectos pilotos en centros educativos y de salud.
Desde mi punto de vista, el avance de Paraguay en este campo no solo representa una respuesta responsable al cambio climático, sino una forma inteligente de diversificar su matriz energética, reducir vulnerabilidades y democratizar el acceso a la energía. Lo más notable es que, a pesar de su bajo perfil mediático, Paraguay ha empezado a desarrollar una estrategia energética más abierta a la innovación, incluyendo marcos regulatorios y alianzas público-privadas que hacen posible pensar en un futuro más solar.
Claro está, aún queda mucho por hacer.
La energía solar en Paraguay está en etapa de desarrollo, con desafíos en inversión, capacitación técnica, infraestructura e incentivos fiscales. Pero también es justo reconocer que los pasos dados —aunque modestos en volumen— son sólidos en dirección. En un mundo sacudido por los efectos del calentamiento global, estas decisiones cobran un valor inmenso.
Mi opinión es que Paraguay tiene hoy una oportunidad histórica: aprovechar su ubicación geográfica, su capital humano y su reputación de país energético para convertirse en un referente solar en Sudamérica.
La transición energética no es una moda, es una urgencia planetaria. Y si algo hemos aprendido es que los países que se anticipan, ganan.
Paraguay puede y debe ser uno de ellos.
Mi OPINIÓN:
Eliseo Sebastian Tames
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Dos días después del cierre oficial del encuentro, la edición 29 de la Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático (COP29) concluyó con un acuerdo para el financiamiento climático desde los países desarrollados hacia los países en desarrollo. El domingo 24 de noviembre, a la madrugada de Bakú, capital de Azerbaiyán, la Presidencia de la COP29 anunció que se estableció un objetivo de 300 mil millones de dólares anuales hasta el 2035.
Aunque el monto triplica la cifra acordada en 2009 y alcanzada por primera vez en 2022, está bastante lejos de lo que los países en desarrollo exigían para mitigar y adaptarse al cambio climático y adoptar energías limpias: 1.3 billones de dólares anuales.
“La propuesta de financiamiento no resuelve ni la crisis climática ni las necesidades de los países vulnerables”, dice Daniel Ortega, ex ministro de Ambiente de Ecuador. Reportes de expertos independientes y del Comité Permanente de Finanzas de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) están de acuerdo en que el financiamiento debe exceder un billón de dólares.
“Muchos decían que lo mejor era no tener nada, pero yo difiero”, afirma Sandra Guzmán, fundadora del Grupo de Financiamiento Climático para Latinoamérica y el Caribe (GFLAC), quien participó en las negociaciones como asesora de la delegación de Panamá y de la Asociación Independiente de América Latina y el Caribe (AILAC). La experta cree que, por un lado, traspasar esta decisión a la COP30 de Brasil “habría sido muy lamentable desde el punto de vista político”.