MI OPINÓN DE LA SEMANA
AUTOS CON PANELES SOLARES YA NO ES NOVEDAD HOY
Durante años escuchamos hablar de los autos eléctricos como la gran revolución del transporte. Pero hoy, una nueva etapa se abre paso, y casi sin ruido: los autos con paneles solares integrados. Ya no son prototipos ni curiosidades de laboratorio; circulan, se venden y demuestran que la energía del sol puede movernos también por carretera.
No es exagerado decir que el sol ha bajado del cielo para instalarse en el techo de los coches. Fabricantes de distintos países ya incorporan celdas fotovoltaicas ultraligeras en la carrocería, capaces de recargar parte de la batería mientras el vehículo está detenido o en movimiento. Son kilómetros gratuitos y limpios, generados por la propia naturaleza.
Claro que estos paneles no reemplazan todavía una recarga completa, pero aportan una autonomía extra que puede marcar la diferencia. Además, la idea de un coche que se alimenta del sol encierra algo más poderoso: un cambio de mentalidad. Ya no se trata solo de conducir, sino de participar activamente en la transición energética.
Algunos dirán que la novedad ya pasó, que estos avances son solo para países ricos. Pero la historia demuestra que toda tecnología sostenible termina expandiéndose, bajando de precio y ganando espacio en nuevos mercados. Así ocurrió con los celulares, los televisores y, más recientemente, con los paneles solares domésticos.
Por eso afirmo: los autos solares no son el futuro, son el presente. Cada innovación de este tipo es una victoria silenciosa frente al cambio climático y una muestra de lo que podemos lograr cuando la ciencia y la voluntad humana se unen.
El sol ya ilumina nuestras rutas. Falta que más conductores decidan viajar bajo su propia energía.

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Dos días después del cierre oficial del encuentro, la edición 29 de la Conferencia de las Partes sobre Cambio Climático (COP29) concluyó con un acuerdo para el financiamiento climático desde los países desarrollados hacia los países en desarrollo. El domingo 24 de noviembre, a la madrugada de Bakú, capital de Azerbaiyán, la Presidencia de la COP29 anunció que se estableció un objetivo de 300 mil millones de dólares anuales hasta el 2035.
Aunque el monto triplica la cifra acordada en 2009 y alcanzada por primera vez en 2022, está bastante lejos de lo que los países en desarrollo exigían para mitigar y adaptarse al cambio climático y adoptar energías limpias: 1.3 billones de dólares anuales.
“La propuesta de financiamiento no resuelve ni la crisis climática ni las necesidades de los países vulnerables”, dice Daniel Ortega, ex ministro de Ambiente de Ecuador. Reportes de expertos independientes y del Comité Permanente de Finanzas de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC) están de acuerdo en que el financiamiento debe exceder un billón de dólares.
“Muchos decían que lo mejor era no tener nada, pero yo difiero”, afirma Sandra Guzmán, fundadora del Grupo de Financiamiento Climático para Latinoamérica y el Caribe (GFLAC), quien participó en las negociaciones como asesora de la delegación de Panamá y de la Asociación Independiente de América Latina y el Caribe (AILAC). La experta cree que, por un lado, traspasar esta decisión a la COP30 de Brasil “habría sido muy lamentable desde el punto de vista político”.
